martes, 26 de enero de 2010

MIEDO A VIVIR, poema de Carmen Sampedro

Es invierno y llueve.
La espiga duerme el secreto del pan
que un día el hombre repartirá.
Pan para todos, sueña la espiga,
pan de igualdad y de justicia.
Es invierno, llueve muerte y hambre.
Es lo que el hombre reparte
más muerte y más hambre.
El miedo a vivir no cuenta
como cuenta un muerto
pero mata lento, lento.
Es invierno y entre la niebla
se pasean los espectros.
Todo lo llena la muerte
sin que la espiga lo sepa.
Ella sueña con el pan
que a los hombres dará fuerza.
Entre niebla el pensamiento
sepultado queda
y el hombre con sus cenizas
alumbra la tierra.
¿Cuándo pasará este invierno
y llegará la primavera?

domingo, 17 de enero de 2010

Poema de Federico García Lorca

(BALADA DE LA GRAN GUERRA)

Yo tenía un hijo que se llamaba Juan.
Yo tenía un hijo.
Se perdió por los arcos un viernes de todos los muertos.
Le vi jugar en las últimas escaleras de la misa
y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote.
He golpeado los ataúdes. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!
Saqué una pata de gallina por detrás de la luna y luego
comprendí que mi niña era un pez
por donde se alejan las carretas.
Yo tenía una niña.
Yo tenía un pez muerto bajo la ceniza de los incensarios.
Yo tenía un mar. ¿De qué? ¡Dios mío! ¡Un mar!
Subí a tocar las campanas, pero las frutas tenían gusanos.
y las cerillas apagadas
se comían los trigos de la primavera.
Yo vi la transparente cigüeña de alcohol
mondar las negras cabezas de los soldados agonizantes
y vi las cabañas de goma
donde giraban las copas llenas de lágrimas.
En las anémonas del ofertorio te encontraré, ¡corazón mío!,
cuando el sacerdote levanta la mula y el buey con sus fuertes brazos,
para espantar los sapos nocturnos que rondan los helados paisajes del cáliz.
Yo tenía un hijo que era un gigante,
pero los muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo.
Si mi niño hubiera sido un oso,
yo no temería el sigilo de los caimanes,
ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles
para ser fornicado y herido por cl tropel de los regimientos.
¡Si mi niño hubiera sido un oso!
Me envolveré sobre esta lona dura para no sentir el frío de los musgos.
Sé muy bien que me darán una manga o la corbata;
pero en el centro de la misa yo romperé el timón y entonces
vendrá a la piedra la locura de pingüinos y gaviotas
que harán decir a los que duermen y a los que cantan por las esquinas:
él tenía un hijo.
¡Un hijo! ¡Un hijo! ¡Un hijo
que no era más que suyo, porque era su hijo!
¡Su hijo! ¡Su hijo! ¡Su hijo!


Os dejo este poema de Federico García como si dejara un cuadro que pariera imágenes sin saber en qué punto van a aparecer...cada verso provoca un grito que no puedes exhalar porque irrumpe otro grito y asi hasta que terminas de leer o de gemir el poema y vuelves de nuevo a leerlo y vuelve de nuevo a ser otro, y un sinfín de voces claman la redención o la condenación del existir y su tragedia.
...después nada vuelve a ser igual.

domingo, 10 de enero de 2010

Mientras quede luz, poema de Carmen Sampedro

Te escribo y es invierno. Te escribo como si estuvieras lejos.
Es hermosa la tarde y hace frío. Hablemos de las grisáceas nubes, 
del pájaro que cierra sus alas en el nido, 
de las hojas muertas que siembran los caminos.
Hablemos mientras quede luz; después vendrá el silencio. 
Nuestro silencio… no el tuyo ni el mío, el nuestro.
Qué hermoso cuanto callamos sabiendo que es verdadero.
Verdad que rogué a la vida encontrarte en mi desierto. 

Qué hermosa noche de invierno. Nuestro techo es un prodigio
de pan y vino sagrados que avivan nuestros sueños.
Mirándonos a los ojos nos sentimos buenos. 
Tú te miras en mi alma, yo en tu corazón me veo.
Pobres sueños para el mundo parecen nuestros anhelos.
Sólo un techo, unos ojos y el silencio…
Sin embargo, qué extraño milagro llenó de savia lo que estaba seco.
Es hermosa la alborada. Despunta el día y te quiero.
Mis ojos llenos de ti, encienden la luz primera, 
disipan las sombras, serenan las penas.
El pájaro de ayer sobrevuela cobijado por el cielo . 
Tú eres mi vuelo. Yo tus alas de amor volandero. 
Me quieres, te quiero. Y en silencio lo sabemos.
Te escribo y hace frío.
Te escribo como si estuvieras lejos.

domingo, 3 de enero de 2010

Recordando a Bécquer, poema de Carmen Sampedro

Recordando a Bécquer
I
En el impecable azul del cielo
alas nocturnas
quiebran mis recuerdos
pasan ante mis ojos
nublados de invierno.
Primavera de versos
que mueren huérfanos.
Vuelven las golondrinas sin memoria
a colgar sus nidos nuevos.
Si yo fuese golondrina
que partiera lejos
al regresar no tendría
más memoria que el ahora
más tristezas que la lluvia
más lágrimas que la aurora.
Si yo fuese golondrina
sólo el azul del cielo
bastaría para volar
lejos de los recuerdos.
Si yo fuese golondrina
no tendría espejo
que me dijera quién soy
ni quién se me ha muerto.
Si de mí saber quisiera
me miraría en la fuente
de un chorro seco.
Se crucifica la noche
vuela el instante feroz
la luna cubre su cara
para no ver mi dolor.

II
Vuelven
las golondrinas a los sueños del poeta
vuelven
para anidar en un nuevo poema.
Vienen de cielos lejanos
a consolar su pena
y el poeta llora
de añoranza y de tristeza.
El amor perdido ellas le recuerdan:
¡no quiero más versos
ni quiero más letras,
destierro de amor es mi condena!.
Silencio de alas negras. Calla la tarde
como si el mundo muriera.
Sin amor ¿qué queda?
Ya se van las golondrinas
a otros cielos más oscuros
a colgar sus penas. Se van con nostalgia,
dejando al poeta con una hoja en blanco
y una pluma negra. Sin amor, ¿qué queda?