martes, 16 de febrero de 2010

ÁNGELUS, poema de Carmen Sampedro

Un cuerpo yace en la estancia.
Frío. Cal. Huele a nada.

Las plañideras entran
con llanto estudiado, sinfónico,
a llorar al geranio que se ha roto 
como el cristal,
a llorar tu muerte no rezada.

Parece un ángel,
murmuran,
y sus labios
(ruido blando),
entre queja y rezo,
entre asombro y misterio,
tejían alas
para tu cuerpo tierno.

Parecías, o tal vez eras,
eras como un ángel,
huérfano como ellos,
bueno por mandato,
triste por legado.

-Era la hora del ángelus-,
acordaron las mujeres
-y un ángel se lo ha llevado-.

Pero tú no volaste sin manchar
tus alas de sangre:
los ángeles no caen,
ni se estrellan contra el suelo;
ellos tal vez se pierdan
en el laberinto de la eternidad,
pero allí no hay sangre
que diga,
lo que vale una vida.

Allí no hay sangre que grite,
sobre las alas blancas,
que a la hora del ángelus
estamos solos,
siempre solos,
tanto que, en un instante,
las mismas alas que nos sostienen
nos abocan al vacío
y nos abraza el asfalto.


Un geranio se ha roto
como el cristal.

Parece un ángel,
susurraban las mujeres,
mientras arreglaban tu cuerpo
para el viaje eterno.


jueves, 4 de febrero de 2010

EN ESTA HORA TE ESCRIBO, poema de Carmen Sampedro

Ausencia mía, puerto sin orilla,
navego a ciegas en esta isla.
Oye mi voz en la lejanía de ecos sin nombre
que cavan mi herida.
Negro de llanto mi pesar se duele
negando risas, vallando atardeceres.
Desterrada de ti, no encuentro senderos
que den a mis pasos alivio y consuelo.
Ausente mío, causa de mi duelo.
La luz que me diste, se ahoga en silencio
y llegan las sombras con su velo puesto.
¿Qué será de tus ojos? ¿Seguirán ardiendo?
Dime anhelo mío, ¿a quién alumbras con ellos?
No me dejes en penumbra
que en las sombras no te siento.
Nuestro amor como la tarde
anochece lentamente y sin remedio.
No me dejes en penumbra
que en las sombras no te siento.
Ausente mío, en esta hora te escribo,
privada de mi lugar que eres tú
y no hallo más cordura que buscarte,
aunque sea a oscuras, aunque desterrada,
gritaré tu nombre, vagaré sin alma,
te buscaré a tientas en la madrugada.