Cuando el árbol más amado de tu huerto,
parió el fruto prohibido por el mito,
llenaste tu cesta de mimbre
con hojas de terciopelo.
Era una hermosa mañana de Abril,
y el amor guió tus pasos
en busca de los hombres.
Llevabas en tu corazón el mejor de los frutos:
verde manzana, dorado sueño del árbol
que un día, regaste con tus lágrimas.
Regalabas tu corazón de azúcar,
con una hoja de esperanza,
y una canción de pan caliente a los hombres,
reunidos en la plaza.
“Manzanas de corazón,
os regalo mis manzanas;
son de mi huerto florido
regadas con mis lágrimas”.
Pero nadie se acercaba a recoger aquel sueño,
ningún hombre dio aquel paso
para acercarse a tu alma.
La cesta de mimbre temblaba en tus manos,
cuando las palabras sonaban en vano:
“manzanas, tomad mi regalo”.
¿Eran hombres los que por allí pasaban?
Puede que fueran fantasmas,
o sonámbulos, o muertos,
pues tu voz no la escuchaban.
Por un instante, murió tu alma de niño.
Inocencia asesinada:
“manzanas a mil, a dos mil, a diez mil,
venid a comprar,venid”.
Y se acercaron, primero tres,
después cuatro, luego diez,
¿hombres o qué?
y tu corazón compraron.
La cesta de mimbre se rompió en llanto,
en ceniza las hojas de terciopelo.
Y tu alma, Gibran, en la plaza,
por los hombres lleva luto, lleva duelo.
parió el fruto prohibido por el mito,
llenaste tu cesta de mimbre
con hojas de terciopelo.
Era una hermosa mañana de Abril,
y el amor guió tus pasos
en busca de los hombres.
Llevabas en tu corazón el mejor de los frutos:
verde manzana, dorado sueño del árbol
que un día, regaste con tus lágrimas.
Regalabas tu corazón de azúcar,
con una hoja de esperanza,
y una canción de pan caliente a los hombres,
reunidos en la plaza.
“Manzanas de corazón,
os regalo mis manzanas;
son de mi huerto florido
regadas con mis lágrimas”.
Pero nadie se acercaba a recoger aquel sueño,
ningún hombre dio aquel paso
para acercarse a tu alma.
La cesta de mimbre temblaba en tus manos,
cuando las palabras sonaban en vano:
“manzanas, tomad mi regalo”.
¿Eran hombres los que por allí pasaban?
Puede que fueran fantasmas,
o sonámbulos, o muertos,
pues tu voz no la escuchaban.
Por un instante, murió tu alma de niño.
Inocencia asesinada:
“manzanas a mil, a dos mil, a diez mil,
venid a comprar,venid”.
Y se acercaron, primero tres,
después cuatro, luego diez,
¿hombres o qué?
y tu corazón compraron.
La cesta de mimbre se rompió en llanto,
en ceniza las hojas de terciopelo.
Y tu alma, Gibran, en la plaza,
por los hombres lleva luto, lleva duelo.
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